Sabes que con mi lengua tus suspiros eran angelicales.
No en vano tus uñas marcaban los surcos en mi piel.
Jamás te toque y tu sudor bañaba mis poros como
lluvia fina de una noche de primavera.
En el espacio, las suplicas llenaban el entorno,
no por el dolor de terminar.
Era la arrogancia del deseo que pedía más placer
en una noche de estrellas.
Me dijiste que te buscara ya lo encontré entre tus piernas.
Con once minutos bastaban.
Quise probarte en el escarmiento de la tarde
y mi lengua arranco de tu garganta,
los suspiros que la carne reclamaba.
Deseo hacerte el amor lentamente con mis palabras. Donde el paragua de la lluvia de caricias sea tu piel. Y las fronteras de las pasiones: los deseos de nuestras carnes.
lunes, 15 de junio de 2020
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