Sólo tengo un pecado y una condena.
Tú así...
Y yo pecando detrás de ti a todas
horas...
Cuando nos embarcamos en este bote
llamado vida.
No nos importó si la mar era
tranquila o en un momento podía ponerse bravía.
Sólo eras los dos que como polizones de
los deseos emprendimos el viaje.
Mientras las olas de las ideas y los
deseos fueron tranquilos no pasaba nada.
Cuando sentiste que los vientos no
eran calmos y las olas eran gigantes, decidiste cambiar de rumbo.
No importo si luego la mar volvía a
la calma.
En el viaje de la vida, no hay días calmados
por siempre o días tempestuosos a cada segundo.
La travesía depende de cómo rememos
uno al lado del otro.
Tiraste el ancla.
Yo los remos.
Ahora cada quien navega sin rumbo.
El destino nos llevara a puerto.
Quizás seguro, quizás revoltoso.
Pero a un puerto cada uno llegara.
Y a mí tonto corazón por volverse a
enamorar, cadena perpetua le darán.