Sentadito en una estrella al despuntar los luceros.
En aquella noche que caminaba por el cielo.
Me llamó el jefe de los dolores.
El desdichado corazón.
El jefe supremo de los suspiro me hizo seña
y para no hacerlo esperar, presuroso corrí.
En una plaza vacante de tu corazón
ya me estaban esperando los suspiros y el desamor.
Y me colgaron del cuello aquellos brazos de moza,
llena de placer.
Corrí a beber tus quejidos y tus plegarias de amar
ya que tus querencias también son las mías.
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