miércoles, 4 de marzo de 2009

JULIA



Que miras en el cristal,
en la ventana de los ayeres;
el sonar del latido,
la canción de su adiós.

Las gotas que le empapan
no son de la lluvia caída,
son de tus lágrimas, amargas lágrimas.

No cierres la puerta
déjala abierta,
no sabes cuándo retorne
de su partida.

¿Y si ya no le espero?
y si me acostumbre a su ausencia
y si de tanto esperarle transforme en llanto.

Es como cavar su fosa,
cortar su aliento,
condenarlo a la muerte,
mandarlo a destierro.

Mi aliento se fue con su sombra
mi fosa fue su silencio
murió y con él quede muerta
enterrada en su olvido.

Dos lágrimas corren en silencio,
unas manos que reclama,
un corazón que late,
y una espera de amar con ganas.


Un dolor profundo nos separa
nuestras manos quedaron enlazadas
a la desdicha de querernos sin que lleguemos a amarnos.

Era el silencio del cristal
cómplice de mi desdicha,
extendidos los brazos reclamando perdón,
eran sus labios que se abrían a la dulzura de amar.

Deja el cristal, amor mío, déjalo estar,
que se quiebra fácilmente con la brisa,
que se rompe si lo rozas,
recordando aquella herida
que sufrió en el pasado
déjalo amor, como un tesoro guardado.

Si te dejo muero con mis ganas,
si me alejo perezco en la soledad.

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