I believe that God created you, that I love you.
He knows that you're the best.
If at the end of the times you are not by my side.
I'm going to give back to God my wings and my house
in heaven and I go to hell if necessary to be with you.
Deseo hacerte el amor lentamente con mis palabras. Donde el paragua de la lluvia de caricias sea tu piel. Y las fronteras de las pasiones: los deseos de nuestras carnes.
Ahora comprendo cuando decimos que me dejas sin respiración.
No necesariamente tienes que estar conmigo.
Con solo pensarte mis sentidos saben lo que deben hacer.
Eres como ese árbol donde nunca he arrancado una hoja
y sin embargo eres esencial en mi vida.
Sólo han pasado segundos desde que te conocí.
Toda una vida.
Nuestros tiempos son infinitos, nuestros espacios galácticos.
No tenemos madrugadas, el calor de nuestros cuerpos lo saben
y sin embargo estas a mi lado y yo al tuyo.
No tenemos que hablarnos ni halagarnos con palabras.
Los dos sabemos que nos tenemos uno al otro.
Son las amarguras y las alegrías, con los momentos dulces
y los salados también.
Escuchamos las tonadas y quizás seamos
de gustos diferentes pero tú y yo sabemos las notas de cada melodía.
Yo a tu lado y tú al mío aunque seamos luna
y estrellas en el firmamento.
Se me hace imposible quererte más de lo que te quiero,
hemos consumido cada segundo de la vida sabiendo que nos amamos.
Sólo falta decirnos las palabras sentados en domingo
calentándonos con los rayos del sol, tomados de las manos.
Sabes amor,
deseo que en un día cualquiera,
sin segundos ni minutos.
Nos desnudemos y hagamos el amor.
Ya se que hacer el amor no es juntarse
en una cama y debajo de las sábanas juguemos a ser dioses.
Hacer el amor es mirarnos, sonreír,
conversar, tocarnos, pasarnos las manos
y desearnos en las cosas sencillas
y las complejas.
Es tomarnos de las manos
y atraernos el uno hacia el otro.
Dejar que las estrellas brillen y en silencio,
escuchar las gotas de agua caer.
Sabes amor,
deseo que en un día cualquiera,
sin segundos ni minutos.
Nos desnudemos y hagamos el amor.
Jugamos a las escondidas de los sentimientos. Donde el ardid de las mentiras, es el arma de la elocuencia de los corazones momentáneos. Interlocutores de los intereses. Tú, mi inquisidora apasionada, y yo… el sumiso esclavo de tus caprichos innegables. Como parpadeo de estrellas lejanas. Como ninfa inquieta en soledad desconocida, permanece en el centro de mis pensamientos. Motivada por la inquietud de los amores. Esos que nacen en el infinito de mis pasiones. Inquisidora de luna llena, donde la premura no existe. Ni el llanto de la sangre exige la entrega total. Cuando sabemos, que la luz está en la mañana. Junto a las almohadas y las miradas. Una entrega es como una vida, y tú me das la vida en la entrega. De tu alma y tus emociones de mujer, en la pasión de los sentimientos nocturnos. Nos hacemos los desentendidos a los latidos locos de las inquietudes. Moralejas pasajeras de los amores, las querencias y los mimos silenciosos. Nos vendemos mutuamente las ideas, las mismas que las ganas esconden. Al jugar a las escondidas en el ardid momentáneo de una lágrima, que corre rauda por tu mejilla de mujer.
Desearía tocar la suavidad de tu alma
y la dulzura de tus labios.
Sentir el aliento de mujer en mi.
Sí tu perfume suave impregnando mis poros.
Sublevado las ganas que, por solo mirarte
parecen prisioneras dentro de mi.
Quiero estrujar estos sentimientos entre
tus brazos y más tarde,
sabremos como se apacigua un deseo
y un querer dentro de ti.
-Hoy pequeña, me quede sentado en el portal de mi puerta. Vi pasar cada segundo de mi vida frente a mi y guarde para ti mis más bellos recuerdos enmarcado en la distancia de este monologo de querencias.
No es que me guste ni que te quiera
Tampoco que
podamos ser similares.
Lo importante es
cuanto me ames
Y compartas
conmigo ese amor.
Que juguemos a
las escondidas.
Debajo de los
luceros.
Encima de las
sábanas.
Junto a las
ideas y las murmuraciones.
No es que me
guste y te quiera.
Es que te sigo
amando.
Hola.
Tomé tus ansias
y las hice mías.
No por la
redondez de tus nalgas,
ni por tus
pezones erguidos.
Creo que era la
lujuria de tu mirada,
cuando me pedía
que te tomara
como yegua en
celo.
Con tus cabellos
por cuerdas
enredados en mis
manos.
Ya solo teníamos
el jadeo y los estertores
de la agonía del
éxtasis.
Gritos silentes
salían de tu boca,
de ganas y
encantos salvajes.
Una humedad de
cuerpos nos envolvió.
Eran gotas de
sudor,
de este trabajo
eterno del placer.
Pero como en
cada cuento hay un final.
El nuestro
también llego.
Rodamos juntos,
el uno al lado
del otro.
Ya no sonaba más
la historia eterna.
Solo Morfeo
reinaba.
Cuando tus manos
posaron junto a las mías.
No te pido que hagamos el amor en la primera copa de vino. Ni en la segunda. Quizás en la tercera dejemos que las manos jueguen a l...