Hola amor, miraba tu revolotear en la lámpara de las querencias. Esa misma que encendiste con tu frágil figura. Tu carácter angelical y ese don de inocencia que me atrapo con solo mirarte.
Cruzamos en muchos momentos las miradas y en ellos uno adrede y otros robados dejamos ver que las ideas podían volar junto al sol.
Así, mi amada mariposa; iniciamos la aventura de las querencias. Unas veces bajo la luna y otras tantas cobijadas por las sábanas arrugadas. Siempre sabiendo quien te escribe, que este vuelo en alguna etapa tendría su final. Ya sé por tus inquietudes, tu revolotear constante. Que te marcharía un día para nunca regresar.
Me dejaste una mañana cuando el cielo se encapotaba, el viento silbaba su cántico de furia infernal y mis alas de amante se empapaban con la lluvia de mis lágrimas de amor.
Aprendí en el ocaso de mi vuelo lo que era el amor a una ninfa, a una mariposa juguetona.
Dejaste en mi la esperanza de vivir, la misma que soñamos cuando juntábamos las ganas. Pero te fuiste un día cuando el cielo se encapotaba y a mi lado la lluvia mojaba mis ganas de amarte eternamente.
Deseo hacerte el amor lentamente con mis palabras. Donde el paragua de la lluvia de caricias sea tu piel. Y las fronteras de las pasiones: los deseos de nuestras carnes.
miércoles, 19 de septiembre de 2018
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