Amor: Hoy subí a la montaña de nuestros
recuerdos. Rebusque en la memoria de los altibajos. Y encontré las penurias de
las lagrimas en la soledad de la noche. Hoy me dije que miraría tu rostro. El
mismo que bese por primera vez. Y vi en tus pupilas el rostro de la Magdalena
que amo. Bebí tus lagrimas en los besos que nos dimos. Escuché tu canción en el
susurro del viento. Vi tu dolor en la inocencia de mujer, la mujer de mi vida
marcada por el lazo de tus brazos. Pero tenias razón. Lo malo de nosotros fue
amarnos como sedientos en desierto. Maldición de tenerte y no tenerte junto a mí.
Cuando se besan las querencias, cuando se conjugan las pasiones de los hombres
en noches de estrellas.
Amor: las líneas de la palma de nuestras
manos tenían el destino de la incongruencias. Esas que son intangibles pero que
persisten en la vida de los dos. Quizás mi destino está marcado por el olvido y
la maldición de los amores que vienen y van. Dejando a su paso esa marca indeleble de la pasión y
un amor infinito. Pero no te preocupes. El tuyo es el último y el que caminará
junto a mí en los garabatos de mi alma.
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