RELATOS
DEL CAMINO 4
Pasó el tiempo y sobre
la desvencijada mesa un sobre ya amarillento por el tiempo, hizo que en una
tarde cualquiera él se fijara en él.
Caminó muy lentamente
hacia la polvorienta mesa y parándose frente a ella, extendió la mano y lo
tomó. Sus manos un poco cansadas empezaron abrir aquel sobre. Pero se detuvo
por unos segundos.... Dudó y estrujó el mismo. Lo arrojó al suelo dando unos
pasos en sentido contrario.
Esos pasos eran lentos,
muy lentos. No había pronunciado palabra alguno en su monologo solitario, de sus
conversaciones solitarias que a diario tenía consigo mismo.
—¡Ella me escribió! Eso
debe ser y en este tiempo no he tenido el coraje de leer lo que contiene la
dichosa carta. Así razonaba sentado en su vieja silla mirando el polvoriento
camino de su vida. Mientras tanto la vieja carta ya arrugada seguía ahora
tirada en el polvoriento suelo de su vida.
Las horas pasaron y con
el crepúsculo encima, se levanta lentamente. Había olvidado el incidente de la
carta. Tenía la garganta seca y buscaba un poco de agua para mitigar el calor
de la hora. Con uno de sus pies pisa el papel y mira. Recordó lo ocurrido horas
antes. Lo toma en sus manos y regresa donde anteriormente estaba sentado. Desdobla
el sobre y de un tirón saca la vieja carta con sus viejas letras. Empezando una
lectura que le aceleró los latidos de su ya viejo corazón. Con las manos
temblorosas leyó.
—Eres uno de mis mejores pensamientos al despertar. Tenerte junto a mí es
un gran desafío y al mismo tiempo una gran bendición. Eres de los pocos seres
maravillosos que pueden existir.
—llegaste y entraste a mi vida, para darle sentido, para
valorarme y amarme como nadie en este mundo lo ha hecho. No existe palabra para
expresar lo que siento cuando estas junto a mí. Eres esa chispa que enciende mi
alma, mi existencia y mis deseos.
—Podría escribir más de mil palabras de amor, poesías,
cartas e incluso podría convertirme en la mejor de las poetisas. Pero nada podrá
compararse con la realidad, con todo lo que me ofreces y me haces sentir en lo
más profundo de mi corazón. Un sentimiento sincero, puro y verdadero, el cual
llena mi alma y espíritu.
—Tú, haces rebozar mi corazón para que sientas una felicidad
que jamás creí experimentar. Puedo repetir una y otra vez que te amo. Pero eso
jamás podría describir lo importante que eres en mi vida y el amor que por ti
yo he llegado a sentir. Eres y serás aunque tomemos otros destinos mi
complemento.
Att. Mariposa.
Dos gruesas lágrimas
resbalaban por sus mejillas al terminar la lectura. Su viejo corazón latía como
corcel desbocado. No era el mismo. Sentado su respiración se agitaba. Tenía tanto
tiempo esa vieja carta consigo y nunca se atrevió a leerla por temor a lo peor.
Pero cuán tarde se da cuenta que un gran amor había perdido y esa era la forma
más elegante de despedirse de él.
La dobló
cuidadosamente, le pasó la mano temblorosa al sobre y levantándose de su sillón
caminó paso a paso. Depositó otra vez la carta ahora ya no sobre la mesa donde
tanto tiempo había durado. La puso debajo de la vieja almohada. Ella sería
parte de sus sueños y alegrías, hasta su muerte.
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