sábado, 16 de marzo de 2019

RELATOS DEL CAMINO 4


RELATOS DEL CAMINO 4

Pasó el tiempo y sobre la desvencijada mesa un sobre ya amarillento por el tiempo, hizo que en una tarde cualquiera él se fijara en él.
Caminó muy lentamente hacia la polvorienta mesa y parándose frente a ella, extendió la mano y lo tomó. Sus manos un poco cansadas empezaron abrir aquel sobre. Pero se detuvo por unos segundos.... Dudó y estrujó el mismo. Lo arrojó al suelo dando unos pasos en sentido contrario.
Esos pasos eran lentos, muy lentos. No había pronunciado palabra alguno en su monologo solitario, de sus conversaciones solitarias que a diario tenía consigo mismo.
—¡Ella me escribió! Eso debe ser y en este tiempo no he tenido el coraje de leer lo que contiene la dichosa carta. Así razonaba sentado en su vieja silla mirando el polvoriento camino de su vida. Mientras tanto la vieja carta ya arrugada seguía ahora tirada en el polvoriento suelo de su vida.
Las horas pasaron y con el crepúsculo encima, se levanta lentamente. Había olvidado el incidente de la carta. Tenía la garganta seca y buscaba un poco de agua para mitigar el calor de la hora. Con uno de sus pies pisa el papel y mira. Recordó lo ocurrido horas antes. Lo toma en sus manos y regresa donde anteriormente estaba sentado. Desdobla el sobre y de un tirón saca la vieja carta con sus viejas letras. Empezando una lectura que le aceleró los latidos de su ya viejo corazón. Con las manos temblorosas leyó.
         —Eres uno de mis mejores pensamientos al despertar. Tenerte junto a mí es un gran desafío y al mismo tiempo una gran bendición. Eres de los pocos seres maravillosos que pueden existir.
         —llegaste y entraste a mi vida, para darle sentido, para valorarme y amarme como nadie en este mundo lo ha hecho. No existe palabra para expresar lo que siento cuando estas junto a mí. Eres esa chispa que enciende mi alma, mi existencia y mis deseos.
         —Podría escribir más de mil palabras de amor, poesías, cartas e incluso podría convertirme en la mejor de las poetisas. Pero nada podrá compararse con la realidad, con todo lo que me ofreces y me haces sentir en lo más profundo de mi corazón. Un sentimiento sincero, puro y verdadero, el cual llena mi alma y espíritu.
         —Tú, haces rebozar mi corazón para que sientas una felicidad que jamás creí experimentar. Puedo repetir una y otra vez que te amo. Pero eso jamás podría describir lo importante que eres en mi vida y el amor que por ti yo he llegado a sentir. Eres y serás aunque tomemos otros destinos mi complemento.
Att. Mariposa.

Dos gruesas lágrimas resbalaban por sus mejillas al terminar la lectura. Su viejo corazón latía como corcel desbocado. No era el mismo. Sentado su respiración se agitaba. Tenía tanto tiempo esa vieja carta consigo y nunca se atrevió a leerla por temor a lo peor. Pero cuán tarde se da cuenta que un gran amor había perdido y esa era la forma más elegante de despedirse de él.
La dobló cuidadosamente, le pasó la mano temblorosa al sobre y levantándose de su sillón caminó paso a paso. Depositó otra vez la carta ahora ya no sobre la mesa donde tanto tiempo había durado. La puso debajo de la vieja almohada. Ella sería parte de sus sueños y alegrías, hasta su muerte.




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