En la vida, donde solo somos caminantes pasajeros, nos olvidamos que
jamás seremos sedentarios en lugar alguno. Hemos vivido en un gran continente, en tierra firme unos o en una isla otros. Algunos olvidamos los orígenes y las mezcolanzas.
Pero nunca hemos dejado de ser viajeros de las alegrías y las esperanzas. Tú y yo somos mezcla de esos deseos. Viajeros de largas distancias y recolectores de extraordinarias ideas.
Yo hombre y tu mujer, eso fue el principio de todas las cosas, él génesis de lo que somos, de lo que sentimos y padecemos. Yo, el tiempo. Tú, la luz. La vida empieza en la intensión de la creación y la nuestra en las delicias de las pacciones.
Sin menoscabo de unos ni de otros. Solos, en la presencia de las almas. Seres que dicen que se aman al fragor de una vela, en la penumbra de la fogata y en la seguridad de unas sábanas. Bajo el manto de la noche, en cualquier tarde de lluvia, en la mañana de la primavera, en un verano cualquiera. Somos más que la idea de amarse y entregarse, con mirarnos ya sabemos que la piel nos llama a ser cómplices de caricias y querencias. Y si nunca te lo he dicho; lees mis miradas con nostalgias y lo sabrás con amor.
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