Ayer amor, mientras
contemplaba cómo se marchaba la tarde, me hacía muchas pregunta de ti y de mí. Ayer al caer el sol y al mismo tiempo se mojaban las
rosas. Sabía que en la intensión de amar de los dos. No solo hay intereses,
existe lo más profundo, las querencias. No en vano late este corazón medio
cuerdo y medio loco. Pegado a tu sombra desde que te conocí. No sabes más que
tamborear al ritmo del tuyo. Ayer amor, mientras contemplaba los segundo de la
vida. Saboreaba el murmullo de tus deseos. Esos que a la carne llama, esos que
en las sombras se apagan. Sólo cuando dos se quitan las ganas. Ayer amor,
cuando dejaba mis quimeras en la puerta de tu alma y caminaba como Quijote tras
el paso de las estrellas. Amarraba las querencias mías junto a las tuyas. Al
leer tu carta. Sí, esa que escribe con el alma, supe que tenía junto a mí no a
una dama. Tenía a la mariposa juguetona en medio de mi corazón. Es por eso que
al despertar esta mañana. Quise hacerle juego a lucero con tus ojos de grana.
Con tus labios rojos y la belleza de tu alma. En fin mujer, sólo deseo decirte
que si lees estas líneas ya sabrás que están escritas en la piel de mi corazón,
con la tinta de tus ganas y los puntos de un amor. Cuando te encontré en
mi vida conocí tus defectos y tú los míos de forma tal que los ajustamos a las
querencias. De forma tal que sin importar las debilidades empecé amarte y jamás
te cuestioné sin importar tus temores.
Deseo hacerte el amor lentamente con mis palabras. Donde el paragua de la lluvia de caricias sea tu piel. Y las fronteras de las pasiones: los deseos de nuestras carnes.
domingo, 10 de febrero de 2019
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