Cuando el alma se mece junto a los designios de los dioses. Las
columnas de tus pechos no se inmutan. La piel no se estremece con el suspiro, las
ganas de apagan lentamente.
Al guardar los deseos en el baúl de las discordias. Tus ojos se
entristecen a la luz de la pasión. Y desaparece el murmullo de las almohadas, cuando
se hace el amor.
En las guerras de las querencias. Tu mano marca el sendero en mi
espalda. Y tu boca fija ancla en mis labios tembloroso de pasión. Despertando
las incógnitas galácticas del deseo.
Tu cuerpo, ese que como surco pretendo llenar con mi ser. Es el
emblema de la guerra y los temblores. Donde herido el deseo, gime lentamente su
muerte a la pasión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario